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Hasta hace poco, los investigadores no podían entender cómo era posible que las hormigas Paratrechina longicornis , denominadas hormigas locas (debido a sus trayectorias aparentemente erráticas y disparatadas) lleven encima enormes trozos de alimento hasta sus nidos.

¿La respuesta? Con un montón de cooperación y un poquitín de ayuda de un controlador de tráfico aéreo “versión hormiga”, afirma el estudio publicado esta semana en Nature Communications.

Los investigadores decidieron filmar grupos de hormigas locas que zigzagueaban llevando cargas de distintos tamaños, lo que les permitió rastrear movimientos tanto individuales como colectivos. Además, colocaron obstáculos en el camino a fin de probar la eficacia del grupo para navegar entre ellos.

La “visión romántica” de las hormigas, explica Ofer Feinerman, uno de los autores del estudio, es que, individualmente, son tontas, pero juntas “emergen como una especie de inteligencia colectiva”.

Sin embargo, “nada tienen de tontas”, asegura Feinerman, quien también es investigador en el Instituto de Ciencias Weizmann.

Descubrieron que las hormigas trabajan por turnos, alternando entre cargar y “explorar” el escenario. Si cualquiera de las hormigas exploradoras detecta que sus camaradas cargadoras se desvían del curso, sujeta y empuja testarudamente al grupo desorientado para que vuelva al camino.

“Los individuos aportan la solución”, dice Feinerman. “El grupo contribuye con la fuerza”.

Este concepto de un conocimiento individual concuerda con observaciones previas en bandadas de aves o bancos de peces, “mellando poco a poco” intrincados procesos, comenta David Hughes, entomólogo de la Universidad del Estado de Pennsylvania, quien no participó en la investigación.

Uno para todos, casi siempre

Al comenzar a observar a las hormigas locas, los investigadores se llevaron la sorpresa de que los abrumados insectos nunca se dirigían directamente al nido; una estrategia bastante tortuosa que las ponían en riesgo de sufrir ataques en el camino.

Cuando simularon los movimientos en una computadora, el equipo descubrió que el movimiento serpenteante se debía al equilibrio de las conductas independiente y colaborativa de las hormigas.

Si cada miembro de un grupo de hormigas actuara independientemente, habría serios problemas. Imagine que va a transportar un sofá con varios amigos: si cada cual tratara de dirigir, se desataría una guerra de poder. No obstante, si no habría líderes, sería imposible hacer correcciones para salvar obstáculos o evitar vueltas equivocadas.

De la misma manera, las hormigas permanecen en el camino correcto solo cuando cumplen su función.

El papel de cada líder es breve y puede durar apenas 10 o 15 segundos, explica Feinerman. Después de eso, el líder pierde su sentido de orientación, se reintegra a la multitud y entonces, otras cargadoras se separan para explorar.

El punto de inflexión

El aspecto más importante es que, conforme el grupo crecía, las hormigas se volvían menos independientes.

“Digamos que hay un tamaño ‘ricitos de oro”, comenta Vijay Kumar, ingeniero mecánico de la Universidad de Pennsylvania, quien estudia el comportamiento animal colectivo y sus aplicaciones en robótica.

Cuando los grupos son muy pequeños –apenas un par de hormigas-, cada individuo lucha por seguir una dirección distinta y llega a ninguna parte. En cambio, si el grupo es demasiado grande, las hormigas no pueden navegar obstáculos. “Demasiados cocineros arruinan la sopa”, dice Kumar, quien no participó en la investigación.

Sin embargo, las hormigas “lo hacen mucho mejor que nosotros”, agrega Feinerman. Son capaces de coordinar grupos enormes, “en cambio, si dejamos que 100 personas carguen algo entre todas, es difícil que lleguen lejos”.

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