Conocido como “el que no se corta”, por la forma diminuta que posee, el acaro (del griego akares), es una diminuta criatura acusado de ser el provocador de las alergias hacia el polvo, pero también son los responsables de “devorar” los desperdicios que el cuerpo libera, como lo son los residuos de piel, así como de hongos, harinas y cereales.
Limitados a su tamaño, comúnmente los ácaros, se concentran en la mayor superficie donde arrojamos nuestros desperdicios: el colchón.
Con avances tecnológicos y científicos hemos logrado “oponer” resistencia en cuanto a los animales que nos rodean, creando químicos que los eliminen y que los alejen, pero por más avanzada que nuestra especie llegara a ser, ni cuantos químicos utilicemos, siempre es más efectivo el sistema natural de dispersión, el clima, dado que estos animales no pueden sobrevivir en un ambiente que sobrepase los 25C° ni que esté por debajo de los 15C°, con un promedio de 20C° para su subsistencia.